Comentario
En el año 423-22 Perdicas volvería a firmar una alianza con Atenas, pero ello se inscribe en una época confusa donde pesan las circunstancias externas, los intereses en ciudades como Anfípolis, que no volverá al imperio ateniense a pesar de la paz de Nicias, y las rivalidades internas con Filipo Arrideo, contra el que recibió el apoyo de Brasidas, mientras que los atenienses habían apoyado a Derdas, aliado de Filipo.
Gracias a Tucídides, para la época de la guerra del Peloponeso se puede deducir la existencia de una monarquía que para los griegos era identificable con el sistema conocido a través de los poemas homéricos, pero asentada en cierta confusión de pueblos que permitía en ocasiones referirse a una multiplicidad de basilei. Daría la impresión de tratarse de un sistema similar al del comitatus germánico, con una superioridad materializada sólo en tiempos de guerra, instrumento para el ejercicio de los repartos que, según Aristóteles, caracterizaban a la realeza macedónica.
La influencia griega aumenta en este periodo, pero parece permanecer en la superficie y en ambientes próximos a la corte. La época de auge del helenismo llegó con el reinado de Arquelao, a finales de la guerra del Peloponeso, que se convirtió en un mecenas que acogía en su corte a los intelectuales, sobre todo a los que se iban de la Atenas agobiada por las condiciones dramáticas del final de la guerra. El poeta Eurípides escribió allí más de una tragedia, entre ellas una dedicada a Arquelao, como antepasado del rey ahora gobernante, lo que muestra que en cierto modo ejercía como tirano, recibiendo los halagos de los artistas. También estuvieron el cómico Agatón y el pintor Zeuxis. El sofista Trasímaco lo califica como bárbaro y Platón como tirano, lo que prueba que seguía existiendo un tipo de relación contradictoria entre los griegos y la realeza macedónica. De su política se sabe que introdujo una red de caminos y fortificaciones que le permitían aumentar el control sobre el territorio.